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Cultivo de algas marinas puede ayudar a abordar la inseguridad alimentaria mundial

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By Milthon Lujan

Alga marina Ulva sp.
Alga marina Ulva sp.

Para ayudar a resolver el hambre y la desnutrición y, al mismo tiempo, frenar el cambio climático, algunos productores podrían pasar de la tierra al mar, sugiere un reciente estudio de Friedman School of Nutrition Science and Policy de la Tufts University.

Producir y vender algas marinas podría aumentar los ingresos de los acuicultores en los países de ingresos bajos y medianos (LMIC, por sus siglas en inglés), particularmente en las regiones costeras de África y el sudeste asiático, dijo Patrick Webb, profesor de nutrición en la Friedman School y autor principal del estudio. Los otros investigadores incluyen a Natalie Somers, N23, y Shakuntala Thilsted, que trabaja en el Consultative Group on International Agriculture Research y ganó el 2021 World Food Prize para investigación e innovación en acuicultura y sistemas alimentarios.

El equipo de investigadores revisó diversos estudios, bases de datos existentes, informes de las Naciones Unidas y del Banco Mundial, entre otros.

A diferencia de la cría de ganado, el cultivo de algas marinas no requiere tierra, agua dulce, o fertilizantes químicos, y podría volverse particularmente rentable a medida que crece la demanda de productos de algas ricas en nutrientes en todo el mundo, destaca el estudio.

Esas ganancias significarán más poder adquisitivo para los hogares y las comunidades que producen, procesan, empaquetan y exportan las algas, lo que a su vez se traduciría en dietas más saludables.

“Uno de los mayores problemas de la inseguridad alimentaria en los países de bajos y medianos ingresos es la asequibilidad de las dietas saludables”, resaltó Webb, quien también se desempeña como director del Food Systems for Nutrition Innovation Lab en la Tufts.

“Hay aproximadamente 3500 millones de personas en el mundo que no pueden permitirse una dieta saludable incluso si eligen alimentos locales a precios locales. Para muchas de esas personas, cultivar y vender algas marinas generaría mayores ingresos y una mejor nutrición a través de las compras en el mercado”.

Fácil y respetuoso con el medio ambiente

Un cultivo amigable tanto para los acuicultores como para el medio ambiente, las algas marinas se han cultivado en partes de Asia durante siglos utilizando técnicas bastante simples, según el estudio.

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Para empezar, los acuicultores atan las algas a largas cuerdas, las macroalgas absorben los nutrientes del agua. De seis a ocho semanas después, recogen las algas a mano y las secan al sol.

“Mucho de lo que estamos viendo en el lado del cultivo no se trata de encontrar nuevos cultivos o diferentes tipos de cultivos. Se trata de lo que ya se está cultivando y que podría ampliarse de manera rentable”, dijo Webb.

Además de ser relativamente fáciles de cultivar, las algas marinas tienen una huella de carbono minúscula e incluso pueden ayudar a reducir los niveles de carbono del océano.

Aunque todavía se sabe poco sobre la cantidad de CO2 que liberan las algas marinas durante la cosecha, la investigación encontró que las granjas de algas pardas perennes absorben hasta diez toneladas de CO2 por hectárea de superficie marina por año.

Además de la capacidad de “disminuir el carbono”, cuando se agregan a la alimentación del ganado, las algas marinas podrían ayudar a reducir drásticamente las emisiones de gas metano.

“A menos que obtengamos un calentamiento significativo de los océanos, el cultivo de algas marinas ofrece una forma que no solo es amigable con el clima, también resistente al clima”, destacó Webb.

“No sabemos qué tan pronto la industria comenzará a experimentar los efectos negativos del cambio climático, pero el potencial parece bueno. Cultivar algas marinas no acelerará esos efectos negativos. Mientras que talar árboles y criar más ganado ciertamente lo haría”.

Los desafíos de la producción y procesamiento

Pero si bien el cultivo de algas marinas ayuda al medio ambiente, el cambio climático en sí mismo puede presentar barreras para cultivar más.

El agua del océano se está volviendo cada vez más ácida, lo que no es ideal para cultivar algas marinas saludables y comestibles, describieron los investigadores.

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Adicionalmente, el valor principal de las algas marinas como producto de exportación sería por sus extractos como ingredientes, en lugar de como un vegetal marino para comer entero, según el estudio.

Mientras que los países con ingresos promedio más alto produce y exportan algas marinas marrones, verdes y rojas en grandes cantidades ya cuentan con la infraestructura necesaria para procesar, probar y regular de manera efectiva lo que eventualmente puede llegar a los platos de los consumidores, la mayoría de los LMIC no la tienen.

La investigación sobre los cuellos de botella en el procesamiento es limitada, y los pocos datos que existen sobre factores como los patrones de consumo pertenecen a las empresas de alimentos que los recolectan, manifestó Webb, lo que significa que los gobiernos y los empresarios en muchos LMIC han tenido pocos recursos o incentivos para invertir en el cultivo de plantas acuáticas.

“Los pasos dados entre la granja y el tenedor, eso es en lo que debemos concentrarnos”, destacó Webb. “Necesitamos trabajar más de cerca con los gobiernos y el sector privado para descubrir dónde están los cuellos de botella y cómo superarlos”.

Una recompensa por tomar

Si se pueden abordar aquellos obstáculos, las oportunidades de la acuicultura de algas marinas son ilimitadas, dijeron los autores.

La industria ha florecido en Indonesia, donde la mano de obra estacional está constantemente disponible y las granjas pueden lograr economías de escala de nivel industrial (en contraste con las granjas familiares de, por ejemplo, India y Tanzania).

Indonesia es ahora un exportador clave de dos especies de algas marinas de las que se extrae la carragenina, un espesante que se encuentra en las leches y carnes de frutos secos.

“Hay muchos tipos diferentes de algas marinas, y todas requieren un entorno algo diferente para crecer. Las vastas costas de África y Asia, no todas serán propiedades inmobiliarias de primer nivel”, destacó Webb. “Pero gran parte lo será”.

Para que el cultivo de algas marinas se expanda en esos lugares, los gobiernos deben tomarla en serio y crear regulaciones de seguridad alimentaria y un entorno general donde pueda suceder, recomendó Webb.

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El interés de las inversiones locales e internacionales también será clave.

Son los primeros días para la producción de algas marinas en los LMIC, pero Webb confía en su potencial para los acuicultores.

“El Ministerio de Agricultura, o incluso el Ministerio de Pesca, de estos países, probablemente nunca hable sobre las algas marinas”, dijo. “¿Y si lo hicieran? Podrían descubrir una mina de oro”.

Referencia (acceso abierto)
Patrick Webb, Natalie K. Somers, Shakuntala H. Thilsted. Seaweed’s contribution to food security in low- and middle-income countries: Benefits from production, processing and trade, Global Food Security, Volume 37, 2023, 100686, ISSN 2211-9124, https://doi.org/10.1016/j.gfs.2023.100686.

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