Coquimbo, Chile.- Hace unas semanas se realizaron en la región de Coquimbo dos talleres sectoriales, para socializar los alcances del cultivo de ostra japonesa al interior de las Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos, AMERB. En ese contexto se abordaron las implicancias de esta actividad como objeto de transferencia tecnológica para la inducción a la acuicultura, dada la alta resistencia de la ostra al manejo, en comparación al ostión. Asimismo, se analizaron algunos aspectos de mercado, y la tramitación intersectorial en el marco de la nueva normativa que autoriza este tipo de especies exóticas al interior de las áreas. En total, ambos talleres convocaron a más de un centenar de personas, entre pescadores artesanales, académicos, funcionarios de las Capitanías de Puerto, Sernapesca, Subpesca, Fondo de Fomento, CORFO, consultoras y asesores, entre otros.
A la cabeza de esta iniciativa está Cristian Sepúlveda Cortés, magíster en Ciencias del Mar y director del Programa de Acuicultura en Áreas de Manejo, impulsado desde la Universidad Católica del Norte desde hace 5 años.
“A juicio nuestro”, comenta el profesional, “la pertinencia del programa de acuicultura en áreas de manejo de la región de Coquimbo se relaciona con acciones para mejorar su desempeño, mediante el impulso de la acuicultura a pequeña escala, dado que parte de sus zonas (hasta el 40%) son utilizables para la realización de cultivos. Es decir, de las 800 áreas decretadas, de las cuales el 70% posee plan de manejo y explotación, cerca de 44.000 hectáreas podrían estar sujetas a cultivo”. Además, advierte que “el programa reconoce que esta nueva práctica no busca una reconversión del sector artesanal, sino el fortalecimiento de los medios de vida mediante la incorporación de una nueva práctica que se sume a la estrategia de construcción de ingresos de las comunidades costeras”.
A lo anterior, agrega, se suma que las actividades de acuicultura al interior de las AMERB constituyen un proceso que se ha venido incentivando desde el Estado a contar del 2005 mediante su reglamento, y se ha perfeccionado con el nuevo reglamento que rige a contar de principio del 2016. “Sin embargo, su implementación no ha estado exenta de dificultades organizacionales, administrativas y tecnológicas. Esto resalta aún más, dado que, si bien existen líneas de financiamiento programático como las herramientas del convenio FAP-FOSIS y últimamente el programa “Cultiva tu Mar” del FFPA y las herramientas de financiamiento en el marco de la Ley de Repoblamiento y cultivo de algas, es muy probable que no sean suficientes para iniciar o escalar los cultivos en AMERB como se espera y en consecuencia considerar prioritariamente asuntos humanos como el funcionamiento de la organización, las formas de trabajo y la distribución de los beneficios de los ciclos de cultivo ”, subraya Sepúlveda.
Disponibilidad en riesgo
Con todo, señala, “tanto organizaciones de pescadores como consultoras, asesores, centros de investigación y funcionarios de la sectorialidad pública reconocen que el desarrollo de la acuicultura a pequeña escala al interior de las áreas de manejo es uno de los caminos obligados a transitar, dado el delicado estado actual de las pesquerías y la presión de otros usos poco compatibles con la producción de alimentos en el borde costero donde se emplazan las AMERB, lo que de alguna manera estaría poniendo en riesgo la disponibilidad, en biomasa y calidad, de recursos marinos para el futuro”.
Cristian Sepúlveda recuerda que también es importante señalar que la red de AMERB puede ser vital en la sostenibilidad de los sistemas socio-ecológicos a lo largo de la costa dado su funcionamiento en red, y su fortalecimiento se hace necesario para mantener los servicios ecosistémicos que otorgan.
En este marco y con el apoyo de CORFO, se desarrollaron recientemente los talleres en Coquimbo y Los Vilos, con una importante presencia de expositores de la Subsecretaria de Pesca y Acuicultura, y también del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura. Al término de ambas jornadas y reconociendo las restricciones propias de los actores, principalmente por ser un camino nuevo, hubo consenso en la necesidad de crear herramientas, procedimientos y aunar criterios para facilitar el despegue de esta herramienta de diversificación. Ello, precisa Sepúlveda, a partir de las siguientes conclusiones:
1. Necesariamente, además de organizaciones interesadas, se necesita compromiso de todos los actores, sobre todo en estas primeras etapas de implementación, dado que sentarán las bases de una condición más inclusiva, para que la acuicultura a pequeña escala comience su despegue, como lo declara la Política Nacional de Acuicultura (PNA) del año 2002.
2. A más 15 años de la PNA, “estamos convencidos de que la industria de alimentos acuícolas necesita a las comunidades costeras, dado el potencial espacio al interior de las AMERB, la necesidad de dar proteína marina a la población y desarrollar sosteniblemente algunas zonas resegadas”.
3. Los desafíos son mayores, lo que hace tan vitales la complementación entre las instituciones sectoriales para la obtención de las autorizaciones y los criterios en el acompañamiento del proceso, como también el capital social de las organizaciones para instalar nuevas unidades de negocio al interior de los gremios o la asesoría permanente y cercana de los técnicos.
Considerando este escenario, concluye Cristian Sepúlveda, “la acuicultura de pequeña escala para las organizaciones de pescadores, no sólo se enfrenta a la complejidad administrativa sino también a la cultural, a sabiendas que la práctica acuícola está alejada de la realidad histórica cazadora-recolectora nómade de nuestro norte principalmente; por tanto, las brechas de su desarrollo transitan en diversos ámbitos donde se requiere un entendimiento integral del proceso y asumir lo crítico que puede ser el componente humano en las etapas tempranas de su implementación”.
Fuente: UCN